La sucesión en el trono inglés ha reavivado un viejo pero vigente debate sobre la utilidad de las monarquias en la actualidad, aunque decepcionan mucho los argumentos superficiales y populistas. Ni republicanos ni monárquicos van al fondo del tema: qué es la separación de poderes. Así es, de entrada una monarquía parlamentaria es más democrática que cualquier república, porque separa la función de gobierno de la representación del Estado, dejando esta última función fuera del debate partidista e ideológico, y del cambiante juego de mayorías y minorías electorales. En consecuencia, el poder queda mucho más limitado que en el caso de que un solo partido político pueda concentrar el poder con una mayoría de turno, confundiendo el Estado con su parcela ideológica, como sucede hoy en día en tantas repúblicas tiránicas e iliberales.
Y es que lo primero que se debe recordar es que las monarquías en los sistemas parlamentarios no ejercen el poder, no gobiernan. En esos países gobiernan presidentes o primeros ministros electos popularmente mediante votación universal. Los reyes sólo ejercen una representación simbólica y protocolar del Estado para estabilidad de este, sin injerencias o parcialidad de ningún tipo. Por tanto, el único efecto práctico de la monarquía en estos casos es la separación y limitación del poder, en favor de la libertad de los ciudadanos y la preservación del sistema democrático mismo. ¿Cuántas repúblicas son más democráticas que el Reino Unido? Las lista de las repúblicas donde no existe una democracia efectiva es bastante larga, destacando Rusia, Bielorrusia, China, Irán, Corea del Norte, Venezuela, Nicaragua y Cuba, entre muchas otras. Por su parte, en el ranking de democracias plenas de The Economist, destacan en los primeros lugares varias monarquías parlamentarias, a saber: Noruega, Nueva Zelanda, Suecia, Dinamarca, Australia, Países Bajos, Canadá, Luxemburgo y Gran Bretaña.
Un jefe de Estado protocolar que no interfiere en el debate político y representa por igual a todos los ciudadanos de una o varias naciones, es un lujo que valoramos quienes hemos sufrido caudillismos ilimitados que cambian unilateralmente hasta el nombre del país y persiguen a toda disidencia hasta consolidar un absolutismo. Cambiar eso bajo la falsa premisa de que es más democrático escoger por mayoría al jefe de Estado y al jefe de Gobierno, es un error que puede salir caro. Si el valor que se privilegia es el de la democracia liberal, entonces una república no garantiza nada. Por el contrario, los hechos y la data demuestran que es mucho más fácil secuestrar un Estado y destruir una democracia en una república. Lo importante es la separación y limitación del poder, en favor de los derechos de los ciudadanos y sus libertades individuales. Hay que saber diferenciar el fondo de la forma. ¡Larga Vida a la Democracia!
Artículo de Jóse Ignacio Guédez Yepez, tomado de www.politikaucab.net
Foto de Infobae
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